28 de febrero de 2021

El ars vita de Montaigne

El 28 de febrero de 1571, día en que cumplía sus 38 años, Michel de Montaigne dejaba su vida pública, abandonando así “el mundanal ruido” para seguir “la escondida senda” de la sabiduría. 

Como constancia de tan decisivo cambio dejó un documento en latín grabado en una pared interior de su torre de retiro.

La inscripción latina, escrita por él mismo en el idioma clásico aprendido desde niño, expresa así su voluntad de cambiar radicalmente su modo de vida:


AN. CHR[ISTI] ÆT. 38. PRIDIE CAL. MART. DIE SVO NATALI MICH. MONTANVS. SERVITII AVLICI ET MVNERVM PVBLICORVM IAMDVDVM PERTÆSVS DVM SE INTEGER IN DOCTARVM VIRGINVM [ABDERE GESTIT] SINVS VBI QVIETVS ET OMNIVM SECVRVS TANTILLVM ID TANDEM SVPERABIT DECVRSI MVLTA TAM PLVS PARTE SPATII SI MODO FATA DVINT EXIGAT ISTAS SEDES ET DVLCES LATEBRAS AVITASQ. LIBERTATI SVÆ TRANQVILLITATIQ. ET OTIO CONSECRAVIT 

Lo que se traduciría como:

En el año de Christo 1571, a los 38 años, el día anterior a las calendas de marzo, día aniversario de su nacimiento, cansado desde hace tiempo del servicio parlamentario y de los cargos públicos y ardiendo del deseo de acomodarse, todavía indemne, en el seno de las doctas Vírgenes donde cumplirá, sereno y sin preocupaciones, el corto trayecto que le resta cumplir para terminar su carrera, si el destino se lo permite, Michel de Montaigne ha consagrado este sitio, este dulce escondite de sus ancestros, a su libertad, a su tranquilidad y al ocio. 

De este documento destacan sus palabras finales--libertad, tranquilidad y ocio--que establecen los tres pilares en que se sustenta el escondite de su retiro.

Modelo es Montaigne, a partir de ese momento, de lo que podría llamarse un monasticismo laico de antigua tradición humanista.

Ejemplo admirable, sin duda, y—por qué no decirlo—envidiable desde nuestro presente contaminado del ruido y la furia que lo invaden todo.





1 comentario:

  1. Libertad, tranquilidad y ocio, wow, sueño también con el día en que pueda decir eso, de hecho lo soñaba desde que era niña pues aunque parezca extraño tenía la fantasía recurrente de ser una anciana viviendo en una cabaña solitaria, rodeada de libros; acaso cuando haya cumplido ya con mis tareas de la crianza, aunque sinceramente no sé si en algún punto del destino se deja de criar a los hijos que una decidió traer al mundo.

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