31 de marzo de 2021

Narración incompleta: "Frente al río"


--Entiendo--dice, aunque no entienda nada. 

Tampoco entiende el que le ha explicado de qué se trata el asunto y de lo que ha de hacer de la manera como hay que hacerlo.

No hay quien lo sepa ni hay quien lo entienda.

Sin más, porque no hay más que hacerle, se despiden y cada cual parte a lo suyo y por su lado. Para su contento, lo hacen en direcciones diametralmente opuestas. 

Toma la calle que llaman del barrial y es hoy un muy bien tenido bulevar en dimensiones humildes, como era humilde el pueblo--megalópolis ahora--en los días en que el pantano comenzaba a urbanizarse. 

El otro--que el mismo diablo lo acompañe, piensa con auténtica antipatía--echó a renguear con su paso torcido de torcido cojo por la avenida principal, la de los bancos y los rascacielos del dinero.

--Allá ellos, que entre sí se entiendan--. Se refiere, por cierto, a la cáfila de bandidos que el cojo mal manipula con su dinero. Que él sea uno de sus miembros no le resta nada de truculento al grupo ni tampoco hace de él un facineroso. 

Eso lo entendía muy bien y muy bien se lo explicaba a la Toto, sin por eso convencerla.

--Me paga y yo más o menos hago lo que me dice que haga por lo que me paga.

Tiene el dinero, por poco que sea, virtudes de convincente y habilidades del disimulo.

La Toto se hace la tonta, como que lo entiende, y acepta feliz el trapo barato, las perlas falsas, el perfume de imitación que él le regala cada tanto para tenerla contenta y que lo deje en paz. 

En qué ande el cojo por esos laberintos de las torres supremas lo tiene sin cuidado. Y sin cuidado nos ha de tener también a quienes miramos caminar sin ganas por el bulevar de añosos castaños--que, por cierto, están en flor, siendo éste un día de primavera--al muchacho sin entendederas y el lindo porte juvenil del que se sabe admirado. 

Es una dicha pasear a la sombra y aroma de los castaños del bulevar y, olvidado del encargo reciente que no ha entendido, ya no camina sino pasea el que observamos y seguimos, paseándonos también, como él, dichosamente. 

El bulevar se inclina hacia el sureste y se acaba en el parque minucioso que bordea al río. Hasta allí llega el paseante y se sienta en un banco de cemento que imita un árbol caído a contemplar las aguas aparatosas de la primavera. 

Aguas tentadoras para quien ensueña una huida. 

Tienen las aguas de río y mar--no así las de los lagos sin desagüe--la virtud de incitar a la aventura y quienes se han criado frente a ellas y tienen las pupilas u ofuscadas de horizonte o poseídas del fluir apresurado de la corriente llevan en sí toda la vida el afán del viaje y la aventura.

Podemos suponer que quien se sienta por largo rato a contemplar el río de incesantes aguas siente la atracción de la partida y el desprendimiento. Sobre todo porque en este momento no sólo no entiende lo que le han ordenado que haga sino que además lo agobia la certeza--se lo han dicho--de que está equivocado y necesita cambiar rumbo. 

Lo más probable es que el río le insinúa el sinuoso divagar hacia otras latitudes.



1 comentario:

  1. La Toto, que gana " a río revuelto " es la única inteligente del cuento. Es la única que tendrá el tiempo para sentarse en la banca de madera artificial y mirar pasar el agua, que es el alimento principal de esas vidas.

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