Aprendí a caminar en la playa infinita y en los arenales--médanos y dunas--que el viento del mar ondula y remueve caprichosamente.
Caminando aprendí que los caminos no llevan a ninguna parte: que son una red inmensa, un tejido de vías que se entrecruzan y confunden, y que no hay mapa que descifre su enredo.
Se camina a la espera. No hay avance sino deambulaciones.
Otro diría--tal vez por más sabio menos quejumbroso--que se anda por el mundo de paseo, dando vueltas sin ningún apuro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario