3 de marzo de 2015

Tres minificciones de Felipe Valenzuela

Vista aérea

El churro tiene un fuerte olor a humo y debajo de su capa de azúcar-flor y aceite, todavía caliente, forma grumos que caen en sus zapatos.
Día soleado. Con chupalla, manta de huaso pero zapatos de calle, a sus doce años, asiste al rodeo con su papá.
Para llegar a la media luna habían subido por caminos gredosos, agrietados por la lluvia, en la vieja “liebre” Volkswagen. Desde allí, la vista panorámica dibuja los barcos en la bahía de Valparaíso y los cerros del norte, encabezados por el Mauco. Al este se divisa la silueta de la cordillera de Los Andes y del cerro Aconcagua. Se ve también perfectamente, como un preámbulo tectónico, el cerro La Campana.
--Magnífico lugar para una pista de aterrizaje, ¿No te parece?—le dice Don Álvaro—podríamos aprovecharlo.
—¿Y cómo se llamaría?
—El Rodeo de Lillo, “Rodelillo”, por supuesto.

Marga-Marga

La melodía, algo monótona, fluctúa, cantada por voces masculinas, en el eco de la iglesia.
La familia llega en su carruaje a visitar a los seminaristas de Los Perales de Marga-marga. El gran eucaliptus, el “Abuelo”, da la bienvenida a los visitantes y su sombra invita a buscar un rincón, junto a un riachuelo, para tender los manteles y organizar el picnic.
El niño espera con ansiedad que su hermano mayor, de sotana, le cuente un capítulo más del cuento que le inventa cada vez que lo visitan.
—Y entonces, el Señor Tallarín enfrentado a los ladrones…
— La atención del niño es completa. Bandadas de bandurrias acompañan la acción del héroe.
Al final del día, el niño volverá a casa con la mente llena de imágenes fantásticas, mezcladas con el verde de los boldos y litres y el sabor de las moras.
No se le olvidarán más, nunca más.

Emigrantes

—Y esta quebrada, que rescatamos hoy para el uso público, se erigirá como el símbolo del esfuerzo de esta administración por el bien común y de los pobladores de la región de Valparaíso…
Los ecos del discurso atraviesan los bosques, quebradas aledañas y riachuelos que bajan al mar. Bajo la resolana, los asistentes escuchan con caras serias y en silencio, tratando de aparecer interesados en las fotos oficiales.
—No dejaremos rincón sin desarrollar para mejorar el estándar de los que aquí viven…
Una familia de zorros que pasa cerca, seguidos de sus cachorros, con sus maletas y algunas provisiones para el viaje, se detiene con expresión de nostalgia, a mirar la ceremonia.
—Era bueno vivir aquí. —dice Papá zorro-- Ojalá haya otro lugar.
—Es el progreso—dice Mamá zorro, secándose una lágrima. --Vamos niños que se hace tarde.

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