--¿Qué hacen estos calcetines en el congelador?--preguntó Julio sorprendido mientras Belén, aún en bata y con rulos, le servía el desayuno.
--Son vestigios de una relación mal habida--respondió ella sin inmutarse--. El tipo no me dejaba en paz y por consejo de una amiga fui con una bruja para deshacerme de él. Lo tengo congelado. No puede actuar en mi contra.
--Eso fue antes de conocernos. ¿No piensas sacarlos?
--No, mejor déjalos allí, por si las moscas.
Belén enlazó los brazos alrededor del cuello de Julio y le besó los labios. El hombre correspondió y se prometió protegerla. No tenían mucho tiempo de novios, pero Belén lo tenía loco.
Días después, Julio estaba a punto de acostarse cuando dio un traspié y sus anteojos volaron por el aire, cayeron al suelo y fueron a parar debajo de la cama. Al postrarse para recogerlos, se encontró una corbata de seda que traía perdida, hecha nudos y atada a la pata de la cama con una diadema elástica de mujer.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. ¿Era amor irrefutable lo que sentía por Belén, o lo tendría atado a ella por artimañas?
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Martes 7 de abril, 2015

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