¡Pobre necio!
Te escribió una canción.
La misma vieja canción
ya antes escribió.
Alguien cortó sus hilos.
La marioneta triste
suplica compasión.
El ángulo estudiado,
la mirada sumisa,
el gesto cautivador,
la palabra calculada.
¡Qué necio!
Los mismos hilos
que teje para atarte.
No un marionetista,
sino su ciervo sagrado.
Una canción
que pretende ser nueva,
una canción
muchas veces nueva,
una plegaria por alguien
de quien sustentarse.
¡Necio!
Pondrás fin
a su invención de ti.
Víctima y verdugo,
siguiendo la huella
del viejo Agamenón.
Por una promesa vacía,
por una pantomima amorosa,
por una canción
quiere ser nueva,
la marioneta rota
la más leve brisa secuestra
para que no aleje tu barco
sin que tu sangre se vierta.
::: ::: :::
Triste que el silencio sea
el único espacio
donde coexistir.
Triste la palabra
que no podrá ser
no dicha,
no oída,
no sentida.
Triste el vacío en ti,
el despertar en mí,
la ilusión de todo
lo que nunca fue.
Triste la banalidad del deseo,
la eternidad del arrepentimiento,
la pérdida que no es.
Triste la esperanza de olvidar
lo que una vez fue
soñado,
no vivido,
pero amado.
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