7 de septiembre de 2019

Dos poemas. Antonio Gragea




                                      ¡Pobre necio!
                                      Te escribió una canción.
                                      La misma vieja canción 
                                      ya antes escribió. 

                                      Alguien cortó sus hilos.
                                      La marioneta triste
                                      suplica compasión.

                                      El ángulo estudiado,
                                      la mirada sumisa,
                                      el gesto cautivador, 
                                      la palabra calculada. 

                                      ¡Qué necio!
                                      Los mismos hilos
                                      que teje para atarte. 
                                      No un marionetista, 
                                      sino su ciervo sagrado. 

                                      Una canción 
                                      que pretende ser nueva,
                                      una canción
                                      muchas veces nueva,
                                      una plegaria por alguien 
                                      de quien sustentarse. 

                                     ¡Necio!
                                     Pondrás fin
                                     a su invención de ti. 
                                     Víctima y verdugo, 
                                     siguiendo la huella
                                     del viejo Agamenón.

                                     Por una promesa vacía, 
                                     por una pantomima amorosa, 
                                     por una canción
                                     quiere ser nueva, 
                                     la marioneta rota 
                                     la más leve brisa secuestra
                                     para que no aleje tu barco
                                     sin que tu sangre se vierta.




                                                   ::: ::: :::


                                     Triste que el silencio sea
                                     el único espacio 
                                     donde coexistir.
                                     Triste la palabra 
                                     que no podrá ser
                                     no dicha,
                                     no oída,
                                     no sentida.
                                     Triste el vacío en ti,
                                     el despertar en mí,
                                     la ilusión de todo
                                     lo que nunca fue.
                                     Triste la banalidad del deseo,
                                     la eternidad del arrepentimiento,
                                     la pérdida que no es.
                                     Triste la esperanza de olvidar
                                     lo que una vez fue 
                                     soñado,
                                     no vivido,
                                     pero amado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario