Tiene la pereza--como la tienen algunos dioses e infinidades de humanos--la capacidad y el talento de tomar diversas formas de manifestarse, las más bastante gratas para quienes se topan con ella.
Puede tomar, por ejemplo, forma ondulante de brisa fresca en lo alto de una loma donde se demora el sol--que ya quisiera ser holgazán--una tarde entera.
O puede tomar la forma de una nostalgia o la cálida figura del sopor.
Es común que se manifieste como una agridulce tristeza y sus desmayos; pero su forma más efectiva es la del desengaño, que poco tiene de grato pero mucho de convincente.
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