9 de marzo de 2021

Preferencia por el nublado.

Salir a caminar es un deleite, con algunos inconvenientes por eso de que nada es perfecto, de que no hay sol sin sombras, suponiendo que es sol sea bueno y mala la sombra; lo que no siempre es cierto, habiendo circunstancias en que el sol es dañino y la sombra beneficiosa. Se trata en un caso y otro de la dualidad de los opuestos y la idealidad del equilibrio.

Y porque es un deleite salgo todas las mañanas a caminar. Si hay sol mi sombra me sigue o me precede, según la dirección en que me encamine, según vaya o venga. A veces me acompaña a mi lado. 

Los días sin sol tiendo a sentirme solo.

En cualquier caso, caminar por el barrio es, por lo general, un agrado y como tal lo gozo. Pero no faltan los motivos de leves desagrados, a veces mayormente imaginarios, producto de la infinidad de sensaciones y del ir sintiendo y pensando desordenada y espontáneamente, al paso. A veces son hechos concretos y realidades desagradables, como que alguien se le cruce a uno y lo haga trastabillar o en el suelo haya tirada una basura desagradable.

Inevitable contraste, necesario incluso: al gusto lo acompaña el disgusto, al entusiasmo del ejercicio, la desgana del cansancio. Aunque camine erguido, mi sombra se arrastra por el suelo.

A pesar de la dicha de los días de sol, creo que prefiero los nublados, los que niegan el categórico contraste.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario