Y porque es un deleite salgo todas las mañanas a caminar. Si hay sol mi sombra me sigue o me precede, según la dirección en que me encamine, según vaya o venga. A veces me acompaña a mi lado.
Los días sin sol tiendo a sentirme solo.
En cualquier caso, caminar por el barrio es, por lo general, un agrado y como tal lo gozo. Pero no faltan los motivos de leves desagrados, a veces mayormente imaginarios, producto de la infinidad de sensaciones y del ir sintiendo y pensando desordenada y espontáneamente, al paso. A veces son hechos concretos y realidades desagradables, como que alguien se le cruce a uno y lo haga trastabillar o en el suelo haya tirada una basura desagradable.
Inevitable contraste, necesario incluso: al gusto lo acompaña el disgusto, al entusiasmo del ejercicio, la desgana del cansancio. Aunque camine erguido, mi sombra se arrastra por el suelo.
A pesar de la dicha de los días de sol, creo que prefiero los nublados, los que niegan el categórico contraste.
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