30 de noviembre de 2016

Poemas de Carlos Acosta

Manuscritos Rechazados
(fragmentos)

De tanto lidiar con ángeles y demonios
por momentos
ya siento que soy uno de ellos

Unas veces el cielo
otras el infierno
son los barrios donde habito

Siento alas que me crecen
en lugar de los omóplatos
lo mismo que perversiones
asomando en cada poro


Eso te pasa
por amigarte con ellos
dice el viejo Nietzsche
Le creo y no
porque
a su vez
dijo que no hay mejor manera
de vencer el abismo
sino entregándose a él
y llevarlo adentro

Como quiera que sea
uno vive en el ahora
Yo vivo ahora que escribo
No en el siglo diecinueve
ni en un futuro quizás
Estoy aquí en los renglones
que dicen lo que no quiero
En las letras que al nacer
parecen gobernarse solas

Qué seré hoy por la noche
cuando salga a caminar
¿ángel   demonio?
¿o no más que sombra 
laberinto
de un hombre dubitativo?

Debe ser lo alto de los árboles
el ruido de la lluvia
las huellas invisibles del año en que nacimos
Deben ser
muy temprano
los gritos de la aurora
cristal de la ventana
el adiós del instante
una vez que exhalamos el vaho de su milagro
Los pasos que no acaban mientras haya camino
Las pupilas de noche
la puerta
la osadía
el sillón
el primer libro

Deben ser nuestras manos
que se buscan a tientas
y que a tientas se encuentran
La historia comprimida en un puño de tierra
como si fuera el siglo que marcó nuestras vidas

El fondo de la noche
La gloria de volver

La una de la tarde
las dos caras de un dios
las tres en el desierto
que a media madrugada
suele ser el reloj
La capa
el antifaz
el sombrero
la flor
Lo que nunca supimos
la espalda que no di

Debe ser todo eso
y mucho más

De lo contrario no
por lo menos yo
no podría seguir
No sé qué hacer con mi mundo
esa burbuja de tres miradas a la redonda
aquella nube infinita garganta adentro
No sé qué hacer contigo
conmigo
con las tardes húmedas de noviembre
con los recuerdos ahí afuera
en el frío y la llovizna
los dos pasos que acercan
o alejan
yo no sé
al umbral del abismo

No sé qué hacer con los propósitos ciegos
que pudrieron los años
la incertidumbre y la luz del quizás al ojalá

No sé
No lo sé

Mis ídolos están muertos
Mis enemigos
en el poder

No creas que digo las cosas sólo por decirlas
Bueno
a veces sí
pero no siempre

Tampoco pienses que me dio por evadir
la realidad y tus ojos
Mírame aquí
escribiéndote

Nada qué ver mi vida
con una burbuja de niebla
que confina y desmorona

No es que sea fan del drama
o quiera hacerte un collar
con dolores ajenos

De verdad
no sabría qué hacer
si no lo creyeras:
todavía soy vulnerable

Largos renglones tachonados de luceros para decir lo que va en el interior
de esa urna transparente y frágil que es el corazón del hombre
Largas caminatas en silencio al filo de la oscuridad
con el nimio propósito
de testificar el inventario del anochecer al alba

Y a uno que le parece tan corto el momento
entre abrir los ojos por primera vez y cerrarlos para siempre

Aunque la urna de cristal
inmóvil
sin caer al suelo
se convierta añicos
y deje un regadero de maravilla y prodigio

Aunque los pasos de quien solo anda
conduzcan a ninguna parte
y apenas al dar la siguiente pisada
descubra que la anterior se ha borrado

Largor de estas divagaciones que sin desprenderse aún de los labios
ya se pierden en lo vasto de la nada

Largos renglones de letras intentando apenas sin lograrlo
un croquis de lo inverosímil
que habita esa vasija transparente
que es el corazón humano

He querido escribir
también
con el absurdo propósito
de evitar
que a las palabras
se las lleve el viento
que  a las personas
las deshaga el tiempo

Esa algarabía de tordos en los árboles
yo la quiero aquí
en el pecho
que las ramas donde cantan
sean las venas
de mi cuerpo
y que el silencio
absoluto
con el entrar de la noche
sean los pájaros
dormidos
en lo oscuro
de mi vientre

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Miércoles 30 de noviembre, 2016

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