23 de febrero de 2019

Afán de asir el momento

Al salir a pasear con la perrita a eso de las 7:00 esa mañana nos esperaba, enorme y luminosa contra el cielo rosado del poniente, la luna llena a punto de ponerse en su crepúsculo matutino. Apenas verla pensé en una foto, que no pude tomar porque no llevaba conmigo mi teléfono. Y casi al instante me pregunté lo que muchas veces me he preguntado en situaciones similares: ¿Por qué este afán constante de reproducir en imágenes lo visto y expresar en palabras lo sentido? 

¿Para asir, tal vez --me he dicho-- el momento que se fuga? ¿El arte como un ensalmo contra el paso del tiempo? ¿Una manifestación concreta de la evasiva --incomprensible-- idea de la eternidad?

Obstinado intento de enmarcar el momento en lo instantáneo, la fotografía se imagina triunfal en su poder encantatorio que detiene el minuto en la estática de las formas fijas: luz inmóvil de la imagen capturada por la lente. Tiempo fijo en el tiempo que transcurre. Lo mismo el dibujo, la pintura, el volumen de la escultura y su equilibrio.

Quietud y movimiento: tensión del tiempo y la materia que en él sucede. Las artes, parcialmente incompetentes, se extralimitan en el intento de lo que no puede ser sino empresa fallida, imperfecta. No hay modo --no lo hay-- de asir lo inasible.

Giran, impertérritas, las esferas.





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