10 de septiembre de 2019

Escribe el escriba desde la espiral.

Me demoro embobado en mi propia baba de caracol que avanza apenas. Va quedando tras de mí el platino nacarado del transcurso, mi escritura de encandilado que, "cachitos al sol"*, voy como palpando la luz con mis ojillos pedunculados. 

Así desliza el escritor la pluma sobre el papel y va dejando con ella la huella de su pasada.**

Escribir es un ir pasando, un deambular--ojos atentos--de un punto ciego a otro. Es un ir marcando la vereda con la voz transcrita con el filigrana de la caligrafía: palabra labrada, hecha materia.

Y como el caracol, ensimismado, el escritor se enrosca sobre sí mismo--piensa y repiensa en lo que hace--: epítome de la espiral.

* "Caracol, caracol, saca tus cachitos al sol" les cantábamos de niños a los caracoles del jardín para verlos salir de su concha y echarse a andar, morosos exploradores, por un senderito de luz que, con su lubricado deslizarse, hacían aún más luminoso.

** Hay todavía y siempre habrá, supongo, escritores que no puedan sino escribir con pluma fuente, a mano, como quien a mano --orfebre-- burila el metal precioso.


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