Así desliza el escritor la pluma sobre el papel y va dejando con ella la huella de su pasada.**
Escribir es un ir pasando, un deambular--ojos atentos--de un punto ciego a otro. Es un ir marcando la vereda con la voz transcrita con el filigrana de la caligrafía: palabra labrada, hecha materia.
Y como el caracol, ensimismado, el escritor se enrosca sobre sí mismo--piensa y repiensa en lo que hace--: epítome de la espiral.

** Hay todavía y siempre habrá, supongo, escritores que no puedan sino escribir con pluma fuente, a mano, como quien a mano --orfebre-- burila el metal precioso.
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