Quien me puede negar--piensa la que teje para sí misma sin plan alguno--el gusto de este ocioso anudar la lana.
Sin yo pretenderlo, tejer porque sí se me ha convertido--o lo fue siempre--en lo que más me entretiene, en lo que me da gusto hacer cuando no tengo ganas de hacer nada.
Y más gusto aun me da cuando, teniendo--como ahora-- algo que hacer, no me da la gana hacerlo y tejo.
Delicia del posponer lo obligatorio: agridulce placer del que uno se arrepiente al preciso momento de gozarlo.
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