Alguna vez esto de dedicar anualmente un día para celebrar algo importante de tener presente debió precer una buena idea. Y de hecho lo fue para el comercio con los días dedicados--en meses sin grandes festividades—“a la madre”, “al padre”, “al niño”--que es también la niña--y a cuanta persona se le pueda hacer regalos de productos generalmente innecesarios.
Al árbol y a la tierra no hay necesidad de hacerles regalos que mantengan y aumenten los negocios. Lo que hay que darles—como debería dársele “a la madre”, “al padre” y hasta “al perro que les ladre”—sería el aprecio y respeto diario que merecen y requieren todos los días del año.
No debería ser necesario designar días especiales para lo que necesita de una atención constante. Dedíquesele a la tierra siglos enteros de respeto y cuidado, milenios de celebración al árbol, símbolo de la vida, y hágase de todo los días el “Día de la humanidad”.
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