Me cansa y deprime ser pesimista y no poder no serlo. Poderoso es el demonio de la desesperanza, bien lo sabían los anacoretas.
Los bienvenidos breves momentos de optimismo son como luciérnagas imprecisas en las noches de verano
o relámpagos fugaces cuyo estruendo se prolonga como el de una batería en combate contra los celajes del amanecer.
Breves serán las visiones optimistas--una nada casi en la nada inmensa de la desolación--pero su destello es intenso y perdura en un fulgor, pálido y distante--pero fulgor, al fin y al cabo--que tiñe de luz crepuscular lo oscuro.
No hay tal cosa como el pesimismo absoluto ni hay tampoco absoluto optimismo. Son aguas revueltas las del cual que nos arrebata.
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