9 de abril de 2020

Conocerse a sí mismo

Porque no nos conocemos a nosotros mismos y porque probablemente la mayoría de nosotros no queramos conocernos es que el dios reclama desde la fachada de su templo--y lo repite el filósofo--eso de “Conócete a ti mismo”.


Hacerlo, seguir el dictado de los sabios, significa volverse sobre uno mismo, olvidado de los demás e, inmerso en su propio mundo, averiguar qué siente, qué piensa: quién es uno.

Es estando a solas—voluntaria o involuntariamente—que la persona, abstraída de las distracciones propias de la vida colectiva, se enfrenta a sí misma.

A solas. Sí, a solas se las ve uno consigo mismo.

Será por esto que a tantos nos aflige encontrarnos con el fantasma de la soledad.


Lo ultimo que queremos es estar con nosotros mismso, solos, en íntima compañia. No queremos tener que estar frente a frente mirándonos a los ojos ni escuchándonos hablar en un susurro, como quien—culpable--se confiesa o—indeciso--suplica un consejo.

No es una propuesta grata--por difícil--ésta de apartarse en el retiro personal y contemplarse, ya no en el espejo, que es solo imagen reflejada, sino en sí mismo, en el profundo, secreto azogue de la conciencia de ser quien se es.



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