La tarde evoca un sentir más bien diluído en la memoria: impreciso, sin datos exactos, sino solamente lo que parecen algunos olvidos.
Lo comprende quien al conversar con viejas amistades de ayer no reconoce casi nada de lo que evocan como recuerdos comunes.
Ha olvidado momentos, nombres, emociones--prácticamente todo lo vivido entonces--y sólo mantiene la exacta sensación del clima y la visión del paisaje urbano en una tarde que parece igual a la de ahora.
En el instante en que el sol se inclina sobre el poniente revive la sensación de una tarde de noviembre de hace tanto; no de una tarde específica de fecha memorable, sino esa tarde igual a tantas otras que se recuerdan solo por esa su idéntica quietud vespertina.
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