17 de mayo de 2020

Sabios refranes ancestrales


Tal vez más de alguien recuerde esa simple rima infantil que se usaba para referirse a quien carece de familia y amigos, a esos solitarios que en muchos de nosotros producen el lastimoso temor a padecer igual destino. 

Iba más o menos así con su burlón sonsonete: 

                                . . . ni padre ni madre 
                                ni perro que le ladre.

Lo dice tan sucinta y cínicamente, tan en son de broma y jugarreta de niños que entristece por su cruel burla solapada: ese burlarse insidioso, omnipresente, del afligido, del que--después de todo—estará, como dice el refrán, "pagando por donde ha pecado". 

Nadie olvida, probablemente, ese otro burlón refrán de que “dios castiga, pero no a palos”.

Sabia realista crueldad transmitida largamente en los refranes desde los oscuros siglos ancestrales. 

Añadámosle hoy al sonsonete de la ausencia de familia y perro un verso más y su rima

                                 “ni enemigo que lo amenace”

y la inopia del aludido—su orfandad absoluta—se la entiende como desoladamente abrumadora.

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