Tiene en castellano la palabra "ombligo" resonancias que van desde el "om" de la tradición indostánica hasta el moderno "ego", al que tan bien representa.
Definido como una cicatriz que recuerda la herencia de una maternidad que se remonta, cicatriz a cicatriz, hasta el olvido de las bisabuelas y sus desconocidos ancestros, tiene el ombligo un valor representativo de profundo y enigmático significado.
Téngase presente que ni Adán ni Eva tuvieron uno.
Habla, este espiral de cicatriz profunda, de dependencia y ruptura, de contacto e individualidad. Sugiere la esencia del yo, su existencia como continuidad atada al hilo de lo germinal.
Situado en el centro mismo del cuerpo es el punto en el que calza el eje personal del individuo, alrededor del cual giran el tiempo y el universo.
Para muchos es el ombligo un nudo inexticable, como el gordiano y su profesía.
Profundo ensimismamiento, entonces, éste de contemplárselo largamente.
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