Sabemos por Platón que, al defenderse de las acusaciones que le significaron la pena de muerte, Sócrates se comparó a sí mismo con un "molesto tábano".
En la "Apología de Socrates" oímos al filósofo acusado decir que dios lo ". . . ha puesto sobre la ciudad, aunque el símil parezca ridículo, como el tábano que se posa sobre el caballo, remolón, pero noble y fuerte, que necesita un aguijón para arrearle. . ."
Como el tábano se ve a sí mismo quien deambulaba todo el día, como deambulan los tábanos buscando a quien aguijonear, ". . . por calles y plazas. . ." para tener alerta a todos con el aguijón de sus interrogaciones.
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