Se le ocurren a uno más proyectos de los que se puede llevar a cabo con el tiempo y las energías disponibles.
La mente va más rápida que el tiempo, aunque éste--como dicen--vuele.
Toma tiempo imaginar y concebir lo que se quiere hacer: escribir esta nota para el blog, por ejemplo; o preparar un caldillo de congrio, delicadamente lírico.
Tiempo toma escribir y reescribir la nota que va surgiendo a golpes sucesivos del teclado. Tiempo seleccionar los ingredientes de la sopa y armar el mis en place sobre el mármol del altar culinario.
Toma tiempo y selección encontrar la imagen que acompañe al texto; disponer del plato, la escudilla y el cubierto toman tiempo y tiempo toma descorchar la botella de vino, escanciar el primer sorbo y esperar que el fuego haga lo suyo.
Toma tiempo también releer la nota recién escrita y subirla al blog: volverla intemporal hasta que alguien le eche una mirada. Y toma un largo, delicioso tiempo estar sentado a la mesa consumiendo lo preparado.
Tiempo toman la siesta y la lectura. Mirar televisión toma tiempo. Hablar por teléfono y enredarse en la red son además actividades que toman mucho tiempo.
Pero lo que más tiempo toma es matar ociosamente el tiempo no haciendo nada, a la espera del momento oportuno para cumplir con todos los proyectos abandonados.

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