Acude Nietzsche a la figura del escorpión en el discurso "De las alegrías y de las pasiones" de la primera parte de Así habló Zaratustra.
Hablando de que las virtudes y de los celos que éstas sienten unas de otras observa que "cosa horrible son los celos" y que "a quien la llama de los celos lo circunda acaba volviendo contra sí mismo el aguijón envenenado, igual que el escorpión".
La imagen alude, ciertamente, a ese juego ritual de rodear a un escorpión de un círculo de fuego y presenciar cómo, desesperado por no poder salir de tal infierno, se mata con su propio aguijón.
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