Perversa deficiencia es ésta de irle perdiendo el gusto al mundo a medida que avanza el tiempo en lo que parece la dirección contraria a la que uno creía que llevaba.
El tiempo que circula de la nada a la nada. Impávida cruz gamada, rayos de la rueda, aspas del molino.
Consecuencias de ese girar son las cinco maneras del apartamiento: cinco formas del deterioro.
A la incipiente sordera le corresponde olvidar los registros más sutiles de la voz, del viento, de la melodía. Invita al silencio final, absoluto, de la mudez del mundo.
La miopía y los defectos de la mirada dudan de la luz y sus reflejos: insinúan un lugar no muy distante de nieblas y tinieblas ciegas.
Y aun más: el desgaste de la lengua y sus papilas, el tupirse de la nariz y su romadizo, lo impreciso del tacto que toca igual lo terso que lo rugoso, lo tibio que lo inerte.
El cuerpo--sus sentidos--se va desprendiendo poco a poco del mundo real y se lo niega a la conciencia.
Las aguas desgastan hasta las piedras más duras de tanto acariciarlas en su continuo fluir de vuelta al mar del que surgieron.
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