23 de marzo de 2022

El arte de conversar


René Magritte


Frente al acto vivo de conversar, escribir tiene algo de momificada impotencia. 


Objeto verbal, tiene todo texto escrito lo inmóvil de la cosa intacta, lo callado del instrumento hermoso que espera, mudo, el tacto, el soplo, la caricia del que lo incita a cantar, contar, decir lo que en él aguarda. 


Lo escrito espera la lectura y sugiere el diálogo. Pero no escucha, no puede hacerlo, no puede conversar de veras. Habla por sí solo quien escribe, con la autoridad del no escucha réplica alguna escribe. 


En la conversación, en cambio, miden los hablantes su ignorancia mutua y advierten la incapacidad de pensar cuerdamente a solas. Conversar es una forma compartida de pensar. Es aprendizaje y enseñanza. Vívido tira y afloja.


La escritura no basta, no bastan las lecturas. 


Quien estudia, analiza, medita y concibe ideas a solas tiende a equivocarse y convencerse de sus propias concepciones, las nunca discutidas, nunca comparadas con las de otros que estudian, analizan, meditan y conciben las propias, diferentes.

 

El diálogo--el encuentro de voces que conversan-- equilibra, equipara y concibe lo a veces inconcebible en la soledad de la escritura.

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