10 de febrero de 2015

Ánimus por Ophir Alviárez

“Algo nuevo, como un trino
comienza a gorgotear entre los juncos”
Wislawa Szymborska

Convoco al insomnio, lo meto en la maleta junto a la ropa de frío, trazo un mapa. Uno los puntos como en el juego infantil. Como en el juego de adultos me desplazo, de A a B alfabeto por delante, posibilidad. Habrá un viaje, habrá luciérnagas y vino, quizás un caballo, tal vez un dragón porque este es el año y anoche el Maestro me regaló zapaticos rojos a los que sólo hace falta la muñeca: una
muchachita con los ojitos rubios y los dientes rubios, los pelos churcos, la montaña. Habrá una montaña, una carretera que divida, ni nunca ni jamás; pesadillas en las que temo a las panty y en el closet ya no encuentro un tubo que además es escopeta, una casa con fisuras, una luna relincho, bilis de a ratos y puntos suspensivos que no son suspiros. Entregaré cuchillos, una cámara con la que me mirarás desnuda y sabrás que entre pecho y espalda llevo tanto o nada como aquel gato callejero en la cornisa que enamora una figura de Lladró. Nada, simplemente nada. O todo. It’s up to you.

Porque esa noche un ratón hizo un castillo en mi bota, esta mañana el Dr. Espéculo dijo que soy normal. Yo sonreí y él no entendió lo que tampoco entiendo. Porque me censuro, me columpio, me masturbo y entre la palabra y el orgasmo hay un P.O Box y una proyección nada aritmética: cinco, cuatro, tres, el uno no cuenta, todo es uno, somos uno, qué alivio. La corporeidad de ser, vuelvo a los
pronombres: yo, tú y el fin de semana en que nos insistimos. Qué tiemblen la voz y los cuervos, el coágulo que cambia de color, la pápula. Qué tiemblen las paredes y las uñas, qué cese el sigilo y el cascajo, la madrugada en veda, las bocas de mi cuerpo tan bocas, tan guasonas, tan rasuradas, mansas. Vuelvo a volar, habrá un viaje, abro la puerta…

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