"Que el verso sea
como una llave
que abre mil puertas"
que es como decir que el verso sea una ganzúa y el poema un manojo de alambres arteramente retorcidos.
Yo propondría que bien pudiera el verso abrir solo una puerta, la que de veras importa. Las otras novecientas noventa y nueve son sólo proposiciones, si no falsas, distracciones: motivo frustrante de sorpresas menores y hasta inanes, curiosidades insatisfactorias.
El verso, entonces, ha des ser como una llave que sólo se ajusta a una única cerradura, no el verso ganzúa que puede abrir cuanta cerradura se le presente.
Llave única.
No podría ser de otra manera. Todo objeto poético tiende a la belleza de lo funcional, la connatural a los objetos y organismos perfectos, como--por dar un ejemplo de la infinidad de los posibles--una nuez, igual a toda nuez y diferente de todas: única, irrepetible.
Así mismo, irreproducible y única, perfectamente bella, es la llave que abre la puerta, tal vez inexistente--cancela del jardín, portón que lo clausura--que nunca llegue a abrirse.
"una hoja cae
algo pasa volando".
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