Si la palabra escrita ha tenido a lo largo de los milenios el poder extraordinario de vencer el tiempo y eternizar las voces de aquéllos que perduran en lo escrito, no afectados por la edad, que lo envejece todo, la maravilla tecnológica audiovisual del cine y de la imagen digital añade el perturbador fenómeno de mantener inmarcesibles en el tiempo a los actores en una variedad de momentos ficticios.
Lo perturbador viene de que en la sucesión de esos momentos de vida fijos en el tiempo se puede ir constatando el proceso implacable de la edad en actores maduros y envejecidos que comenzaron su carrera como niños.
En ellos, en sus muchas edades, se eterniza el transcurrir que a los más nos lleva al olvido.
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