31 de marzo de 2020
Para "Insectarium". Insecto escritor
Nunca sabe el que a la página en blanco se enfrenta qué sorpresa los númenes le tienen preparada. Ni sabe si la Musa vendrá o no de visita a platicarle de esto y lo otro hasta dar con algo medianamente interesante de lo que merezca la pena escribir unas líneas que puedan darse como inspiradas.
Lo cierto es que quien escribe--al menos mientras escribe o se prepara para hacerlo--pertenece en gran medida a un callado y solitario mundo retirado del mundanal alboroto. Tiene consigo un alboroto personal que lo lleva al escondite de su página o pantalla en blanco.
Allí en su escondrijo espera lo que tenga que esperar--semanas, si es necesario--hasta que la pluma o el cursor se pongan a escribir sus garabatos en tinta o signos electrónicos.
A veces, quien garabatea sobre el papel es un insecto diminuto de seis patas inspiradas con las que corretea de un lado a otro dejando un rasto de filigranas que, una vez descifradas en el sueño de la siesta y su abandono, tienen algo de verso, algo de prosa deshilvanada.
Como de ninguna parte viene el insecto escriba que, al acabar su labor dictada por los íntimos demonios de la soledad, de un brinco o vuelo desaparece en la ninguna parte de donde vino: el vastísimo territorio de los insectos de seis patitas de pluma fuente, ubicuos amanuenses de la musa perezosa y aburrida de inspirar a tanto escritor sordo a su voz como una tapia.
Lo dejó escrito en mi cuaderno el diminuto insecto de la foto. Yo sólo lo transcribo.
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