Tiende uno--y no podría ser de otra manera--a comprender el mundo de un modo limitado, ya por las propias incapacidades, ya por el influjo de los modelos establecidos que se predican y propagan.
Seres preferentemente tribales, a pesar del egoísmo intenso de la individualidad, seguimos el paso de los demás, por conveniencia o inseguridad, pero sin mayor respeto al bien común. Curiosa incongruencia humana que explica lo absurdo y torpe de la vida en sociedad.
Unos pocos tratan de desligarse lo más posible de la tribu y sus manera para vivir en relativa armonía social pero de un modo propio, original, independiente.
Son los lobos esteparios de los que la tribu desconfía porque teme de ellos la singularidad del desprendido y su apego desquiciado a la aun más temible soledad.
Les teme su independencia de visión, su falta de lealtad al proyecto común, su crítica--tácita, por lo general--de lo establecido, y la osadía de su inteligencia autónoma.
Hay entre nosotros una desconfianza ancestral de la soledad elegida..

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