31 de mayo de 2020

Majaderías: el imperativo de leer


Se habla de leer como de un ejercicio de perfección y de los libros como objetos sagrados, insustituíbles. 

Lo cierto es que tienen mucho de razón quienes así sienten porque, efectivamente, hay libros que mucho aportan al conocimiento de la realidad y a cómo vivir en ella; libros cuya admirada lectura es provechosa y deleitable. 

Habría que preguntarse, sin embargo, y averiguar cuántos de la infinidad de libros disponibles podrían clasificarse como de lectura necesaria, si no indispensable. No sorprendería comprobar que no pasan de ser una fracción menor del total: que la gran mayoría de los libros que se han escrito y publicado son, por irrelevantes, prescindibles. 

Absolutamente prescindibles. 

Y la razón es muy sencilla: los buenos escritores son una especie rara y la vanidad de la escritura—y más que nada de la publicación—nos afecta, como una fiebre palúdica, a un porcentaje enorme de la población, alfabeta o no.

Los editores, por su parte, sólo piensan en las ganancias y cuentan con la igenuidad indiscrimanatoria y, en muchos casos, francamente ignorante, del público lector.

Los críticos, por otra parte, se cuidan muy bien de no decir lo que debieran decir por no herir bolsillos y susceptibilidades.

La oferta de libros a la venta y disponibles en bibliotecas y la red es, por lo tanto, excesiva, por ser mayormente innecesaria. Leer provechosamente es en gran medida una suerte extraordinaria, un auténtico don de la casualidad.  



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