4 de mayo de 2020

Para "Insectarium": Barbas poéticas e insectos

Sentado en el jardín de la Villa Borghese, Rubén Darío admira—como ya se comentó en una entrada previa--la belleza de éste, evocadora de la Roma clásica y renacentista. 

En dos abejas que liban de una anémona roja ve, en una, la abeja lírica del jardín poético de Horacio; y en la otra--que imagina posándose en las barbas del poeta Pietro Bembo, maestro de la lírica del quattrocento--el poder inspirador de la moderna elocuencia poética.

Sugerente imagen la de esa abeja con que los clásicos representan la dulzura del verso lírico que, posada en las abundantes barbas del poeta italiano habla de su poder poético, de su inspirada voz.

Se diría que esa barba en que la abeja de la dulce inspiración se posa es una flor del jardín simbólico de la creación poética. 

Tal imagen lleva a pensar en ese epíteto de la canción de gesta que al héroe le atribuye una "barba florida", símbolo inequívoco de su excelencia y distinción, su diferencia. Héroe y poeta son seres de excepción, diferentes.

Como Darío y como el juglar medieval, también García Lorca le atribuye a la barba, esta vez la de un poeta moderno, cualidades de flor o jardín que atrae a los simbólicos insectos: “. . . tu barba llena de mariposas” dice en un verso de su “Oda a Walt Whitman”. 

No se trata en este caso de abejas, símbolo del decir poético, sino de esas mariposas que, representantes desde antiguo del espíritu, bien pueden también interpretarse como el numen lírico.


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