Obstinadamente se vive. Se vive a favor y en contra de la corriente. Se sobrevive al golpe continuo del oleaje y a los arrastres de la resaca que devuelve el agua al agua como un aluvión que todo lo arrebata.
De todas maneras—sea como sea--se vive y sobrevive: el ser impone su estar presente, aquí y ahora. Siempre.
Ser es estar. Estar vivo en el momento.
El cuerpo—el organismo biológico--sabe que existe y que se mueve por si solo, sin que nadie—ser superior-- le de cuerda o lo enchufe a un tomacorriente. Su energía la genera el propio soma, su materia vital que persiste desde el minuto inmemorial de su origen.
La vida se prolonga indefinidamente, de cuerpo en cuerpo, en un permanente sucederse de ininterrumpidas generación y muerte.
Somos cada cual un instante, una mínima fracción de la existencia que, obstinada en su ser, probablemente nunca cese.
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